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Una voz diferente

Entrevista con Corina Bartra

Por Luis Alvarado

Hace poco, en el marco del festival de cine de no ficción Corriente, salió a la luz un video de Rafael Hastings, llamado “Echoes” de 1978,  allí se puede ver a una joven Corina Bartra realizando una performance vocal, acompañada de la batería de Manongo Mujica y la quena del venezolano Luis García. En aquella época Corina había descubierto que podía hacer muchas cosas con la voz: podía inventar sonidos y hacer que estos la elevaran. Su carrera musical empezó así. Luego descubrió la música afroperuana, el jazz y se mudó a Nueva York, donde empezó una carrera solista ininterrumpida que la ha llevado a explorar géneros musicales muy diversos, del jazz fusión al heavy metal, de los cánticos mántricos a la música electrónica de beats, su carrera ha sido un continuo de eclecticismo. Conversamos con Corina Bartra con motivo de la aparición de la compilación “Territorio del eco: Experimentalismos y visiones de lo ancestral en el Perú (1975-1989)” que nos permite escuchar una composición suya llamada “Jungle” que muestra ese lado vanguardista de sus primeros años, de intensa exploración vocal.

*

¿Recordabas ese video de Rafael Hastings?

Pero claro, me ha transportado a tiempos prehistóricos y mágicos. Sabes que hay otro video que hizo Rafael, en donde filmaba todas las torpezas de cada uno. Y ahora que recuerdo, hay algo que no sé si se perdió, había un documentalista, amigo de Manongo Mujica, con el que hicimos una película sobre mitos precolombinos, nos llevó a las ruinas de Pachacamac, y en diferentes lados improvisábamos lo que nos inspiraba, fue algo muy bonito. Recuerdo que uno de los mitos era El señor Huacón. Él nos mostró la película y creo que se estrenó.

Cuéntame por tus primeros intereses musicales, ¿Cómo decides dedicarte a la música?, ¿cómo así empiezas y cuándo?

Desde que estaba en la secundaria me encantaban los mantras sagrados. Me iba al baño con un tamborcito y entonaba mantras, sonidos místicos. Era un encuentro con un sonido ancestral.

Stills del video «Echoes» (1978) de Rafael Hastings. Corina Bartra, Manongo Mujica y Luis García.

¿Y de dónde venía eso, pertenecías a alguna comunidad o grupo espiritual?

Sí, yo iba al yoga de la Gran Fraternidad Universal: Fundación Dr Serge Raynaud de La Ferriere, que estaba en la Av. Larco, era un maestro francés. Leía mucho a Octavio Paz, su libro de haikus y a Herman Hesse con su libro Sidartha, por ahí iba entrando a estas investigaciones. Pero la verdad, estos sonidos me salían espontáneamente, me elevaba yo misma ahí en el baño. Teníamos una casa de 3 pisos, abajo era la sala-comedor, en el segundo estaban mis padres y arriba estaba yo. Entonces ahí era mi mundo, no lo compartía, nadie sabía, era un mundo silencioso, solitario.

Recuerdo una fiesta a la que Manongo Mujica fue, yo estaba tocando mi guitarra. Él vino con su percusión y se unió. Luego me dijo para integrarme a explorar unos proyectos que tenía con Omar Aramayo. Me acuerdo que Manongo y su familia vivían en La Punta, y atrás de la casa había un espacio que había armado para tocar su batería y percusiones.

En alguna ocasión invitó a Arturo Ruiz del Pozo para un concierto que nos invitaron en el cuartel de La Policía. Recuerdo que como mi papá era militar yo siempre rechazaba ese tipo de autoridad militar. Yo tenía un short de la bandera americana que a mi papá no le gustaba, y me lo puse a propósito. Estaba el tío de Manongo, Enrique Pinilla, estaba con una grabadora, que se paró y no pudo grabar el concierto.

¿Era un concierto donde sólo tocaban ustedes?

Sí, éramos solo nosotros, el tema era la guerra y la paz, ya te imaginarás a Arturo con sus sonidos tirando bombas, la guerra era contra Estados Unidos y yo había ido con esos shorts. Arturo tocaba un sintetizador, cuando se tiraban las bombas, él iba por las octavas más bajas, tocaba sonidos progresivos. El director de La Policía nos dijo que los habíamos transportado a parámetros desconocidos, nos dio un halago muy lindo. Fue de los primeros conciertos que hicimos con Manongo, Omar y Ruiz del Pozo, a quien invitamos en un par de ocasiones.

Hubo también un concierto como trío con Omar y Manongo en el auditorio del Campo de Marte en diciembre de 1975

Eso fue antes, recuerdo que en la audiencia estaba Rafael Hastings con Yvonne Von Mollendorf. La recepción fue muy buena, al Campo de Marte iba gente a escuchar la música con un gran respeto.

Era un concierto de folclore…

Lo que tocábamos era étnico, cósmico, era una apertura al sonido, un gran acto de reto y de riesgo, porque también había patrones y pautas, no sabíamos qué sonidos iban a armonizar. Manongo tocaba su batería y a veces también percusiones. Omar su quena y zampoñas. En otros conciertos Manongo ha tocado estos instrumentos del caribe, una marimba, muy linda, muy mágica. No sé si te contó Arturo Ruiz del Pozo, en algunos conciertos él lanzaba sonidos de despegues de aviones…

Algo me contó que tenía sus reproductores de cinta con los que lanzaba sonidos. Pero cuéntame, en esos años, fines de los 70s, te fuiste a Londres a estudiar.

Me fui por año y medio y regresé e hicimos un concierto y ya me fui luego a estudiar música a Estados Unidos, primero me fui a estudiar abogacía a Washington, a la George Washington University, pero fue un año triste, no me conectaba con la carrera.

Tu querías dedicarte a la música

Sí, y quería sobre todo explorar lo del jazz, porque en Londres exploré más la música de vanguardia contemporánea de occidente

¿Qué aprendiste en Londres?

Yo tenía un profesor mágico también, David Newman, que enseñaba improvisación, tenía ensambles. Nos hacía recorrer unos instrumentos que él colocaba, era una persona muy motivadora, me enseñó algo de escribir música, de componer, algunas cuerdas. Allí di un concierto en un colegio, porque yo tomaba clases también en el Guidall School of Music, donde llevé un par de cursos sueltos, allí tuve una experiencia desgarradora, porque estaba muy asustada, estaba yo sola. Yo había preparado un tape para que me acompañe, era de una clase que yo tuve de música electrónica. De repente, al medio de este tape, hubo un error y salí corriendo y me fui al hide park y no quería regresar para continuar el concierto. Pero decidí hacerlo, sobre todo porque estaba mi profesor. Lo increíble es que cuando yo regresé la audiencia estaba allí intacta, ellos creían que era parte del concierto. Yo he terminado de cantar con la cinta, y todo el mundo ha aplaudido. Por su puesto no dije ninguna palabra.

Bueno, el error es parte del proceso…

Claro. Bueno también con Manongo dimos un concierto en la casa museo que ellos tienen en Chosica.

¿Y qué es ese evento que se llamó Una voz diferente?

Ese fue un concierto en el Teatro Miraflores. Una actriz que era amiga de Manongo fue la que organizó ese concierto. Tocamos dos veces allí. Había un público que nos daba mucha energía, por su silencio, sus aplausos, había muy buena recepción.

Pero tu tocaste sola en un evento también

Sí, en el mismo teatro, allí participó Douglas Tarnawiecki y creo que también Manongo, un violinista. Era ese show que hicimos los elementos, fuego, aire, tierra, agua, pasábamos por diferentes elementos, hasta llegar al éter.

Pero he leído sobre un concierto previo que diste en el Municipal, según una crónica que salió en la revista Caretas, no quedaste satisfecha, pero me llama la atención qué ocurrió.

No sé si fue allí, puede haber sido, recuerdo que di un show en el Humboldt. Pero lo que hice fue dar composiciones mías que hice en Londres y en Lima. Era como música de trance. Yo considero que la música que hacíamos con Manongo era de trance, era una comunión con nosotros mismos, con uno mismo, un encuentro con uno mismo. Y también con el grupo, nos abríamos al grupo, en el momento que dábamos un performance nos abríamos, nos comunicábamos, estábamos muy compenetrados todos los instrumentistas y la audiencia, trascendíamos a una conciencia más elevada de la cotidiana. Nos abríamos mucho a la magia del momento, con la audiencia, con el local mismo. Por eso el carácter de música de trance, no sólo étnica, cósmica, vanguardista, progresiva, sino de trance.

¿Qué música escuchabas en ese momento? Además del intercambio con Omar y Manongo, de la música con ellos, ¿Se reunían a escuchar música?, ¿Cómo era tu aprendizaje de las tendencias musicales?

A veces nos reuníamos a escuchar música, recuerdo que Manongo nos puso temas de un pianista que tenía un grupo llamado Kaleidoscope, no sé si sigue vivo, pero lo he conocido una vez en Nueva York, vivía debajo de donde vivía Thelonius Monk y Charly Parker. A mí me gustaba mucho el rock, escuchaba mucho Janis Joplin, The Doors. Incluso yo hacía rock.

¿Tocaste con alguna banda de rock antes?

No, en Estados Unidos sí toqué con una banda heavy metal, pero allí yo misma cantaba canciones de rock, de Janis Joplin, incluso recuerdo en un par de veladas que hizo Manongo con su familia, nos invitó y yo estaba con mi guitarra tocando canciones de Bob Dylan, y Rafael Hastings cantó conmigo. Le gustaba mucho la música, y él también cantaba, estaba yo cantando con él. Y horas nos quedamos allí en la velada. Era en su casa en La Punta, luego se mudaron a Chorrillos, a una casa que era mágica. Y allí invitaba gente, a veces tocábamos allí, dábamos conciertos, y se armaban luego unas veladas. Pero volviendo a Rafael, era una persona muy transparente, lo movía mucho la música, vivía mucho la música, le encantaba Elvis Presley, Janis Joplin, y cantaba y gozaba, se ponía a cantar, estaba sonriente. Se hablaban temas interesantes, siempre de filosofía, de poemarios, se leían poemas, eran reuniones muy entretenidas.

Pero y estas experimentaciones vocales, esta música de trance, lo que has grabado más recientemente tiene una relación con la música de los krishna, de meditación.

Bueno, en el sitio de Yoga ponían música de cánticos, que yo escuchaba. Yo leía un libro llamado Ramakrishna, que se considera un maestro espiritual o avatar en la India. Me movía mucho su visión, y lo que él impartió durante su estadía en este planeta. Entonces yo sencillamente era como que me abría a estos sonidos. Yo también tenía una experiencia con estos sonidos, y se elevaba mi conciencia, era algo espontáneo. Al principio no era que yo hacía mántrico, sino sonidos, luego ya hice mántricos. En esa etapa era algo más primordial, más de trance.

¿Y cuáles eran tus referentes musicales en la música peruana? ¿a quiénes admirabas? Me da curiosidad saber por ejemplo tu opinión sobre Chabuca Granda e Yma Sumac. De Chabuca hiciste un disco homenaje.

Sí, hice un CD llamado “Tributo a Chabuca Granda”, en el 2014. Admiraba a Lucila Campos igualmente. A Nicomedes Santa Cruz. Chabuca es alucinante en cuanto a poetiza y compositora. Me gustaba su naturalidad y fluidez, como su elegancia. Me gustaba su profundidad y riesgos que se tomaba. Igualmente, cuando a veces hacía temas asimétricos, con diferente número de compases por línea. Componía música popular que sin embargo era de alto valor artístico. A Yma Sumac la he conocido al llegar a Nueva York. En una de sus últimas presentaciones, en el Ballroom, un lugar que ya ha cerrado. Ella cantaba con un cuarteto. La fui a felicitar al camerino. Una mujer muy cálida y sensible. Bellos ojos verdes. Un amplio registro vocal y bella voz con su estilo muy particular.

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Cuéntame, cómo fue ese tránsito, de este momento que haces estas experimentaciones o haciendo como versiones de rock, cómo pasas al jazz

Recuerdo que Ramón Mujica, hermano de Manongo, me introdujo a algunos artistas. Me ponía discos de Sarah Vaughan o sino de Miles Davis, y allí yo empecé a imitar a Sarah Vaughan, es decir no imitarla, pero a aprender, empecé a aprender canciones que ella cantaba, como “How long has this been going on”. Entonces eso me motivó a venir a estudiar jazz. Antes de ir a una escuela formal, antes de grabar mi primer álbum, yo había comenzado a trabajar con algunos músicos de aquí de Nueva York. Tuve la suerte de conocer a este pianista Kirk Lightsey que además ha acompañado a la misma Sarah Vaughan, y a un baterista llamado Clifford Barbaro, que había acompañado a Betty Carter. Y había otro bajista Santy Dibriano, y un cajonero Pucho Salas, que tocó un par de temas, era un peruano que vivía en New Jersey, que en el día cortaba árboles, pero en la noche tocaba el cajón. Ya fallecido lamentablemente en un accidente. Los congregué y tocamos un par de temas míos, “You took me by surprise”, y “Jungle”, y dos temas estándar “Midnight Sun” y “Solitude”. Hay un tema también muy tradicional que tampoco se canta mucho “Gone with the wind”, ese tema no lo ensayamos, lo tocamos con un guitarrista, lo improvisamos, el guitarrista no sabía lo que tocaba y me seguía, pero salió una versión bien loca.  Y bueno con Kirk, cuando tocaba el piano bailaba con el piano, era un sonido muy bailarín. Y así me mandé y grabamos “Yambambo” mi primer álbum en 1985. Cuando lo escucho noto algunas fallas, por eso lo edité después, no había quedado muy contenta, especialmente con mi participación. Sí quedé contenta con la participación de los otros músicos, quizá un par de errores de Kirk, pero era porque el tema era muy truquero. Volví a grabar y editar en un CD bajo el nombre de Corina Bartra Quartet, son nuevas versiones, pero manteniendo el estilo.

¿De cuándo son estas canciones?

Yo salgo de Lima en 1985 y ahí los conocí, fue algo super rápido, por eso digo que me mandé tuvimos unos cuantos ensayos solamente.

Fue un disco relámpago

Yo era una persona así que me arriesgaba. Así como me arriesgué a venir acá a Nueva York, de la noche a la mañana.

¿Ya no estabas tocando mucho en Lima esos últimos años anteriores a tu viaje?

Hice un concierto en el Humboldt antes de venir, tocó Chocolate Algendones, David Pinto (el bajista que tocó con Susana Baca). Un pianista Sánchez y un baterista que tocaba con el chino Figueroa. Allí tocamos un par de piezas de “Yambambo”. Luego ya armé unos nuevos temas aquí, y así grabamos el disco. Aprendí un par temas de estándar además en un lugar llamado el Jazz Mobile, que hacían unos talleres, llevé uno con Barri Harries, me encantaron esos temas, que ahora ya no se cantan, son también muy bellos, clásicos de Duke Ellington, tenían elementos muy líricos.

Corina Bartra, Julio Chocolate Algendones y David Pinto

Y cómo fue ese encuentro con Nueva York, te fuiste de Lima con una idea del jazz, pero allá habrás descubierto muchas otras cosas. “Yambambo” es bien ecléctico.

Aquí “Yambambo” era un disco muy raro, no se hacían discos de esa manera. Incluso mi otro disco “Travel Log” (1991) tenía mucho eclecticismo también, y eso me dificultaba marketearme. Algunos me decían que haga cosas dentro de un género, pero yo no me podía moldear, era ecléctico, pero también dentro del jazz poner un tema como “Jungle”, yo creo que habrá espantado a muchos puristas.

Pero en el jazz ya había una relación con las músicas étnicas…

Pero yo creo que en “Yambambo” es muy drástico ese cambio, de una balada de piano a hacer algo con tambores muy selvático, de trance, fue un cambio bien dramático.

Sentías que quizá podía ser algo disperso

Claro, mucha gente puede haber dicho que una cosa no tiene que ver con la otra, eran cosas diferentes, uno tenía un sonido muy primitivo, como “Jungle”, otros eran las baladas de jazz que tenían elementos clásicos. Para mí en lo selvático le encuentro un elemento no sé si decir sofisticado pero la música de trance en sí es muy sofisticada.

Ese tema “Jungle” tiene efectos en la voz, has montado además varias voces. ¿Tu misma dirigiste la mezcla o fue sugerencia del productor?

Claro, yo monté varias voces, yo dirigí todo, fui la productora. También a este baterista Clifford Barbaro le pareció interesante, y se metió en el proyecto. También Pucho Salas toca allí, él era un musico muy increíble, muy abierto, a diferencia de cajoneros que vienen a New Jersey que tocan música de peñas, Pucho era como Chocolate que era el gran maestro de la apertura. Pucho también se interesaba por muchos estilos musicales, le gustaba meterse a investigar.

 ¿Y fue tu idea también que la portada tenga esos mantos prehispánicos?

Sí, yo quería que tenga algún elemento que a la gente le recuerde el Perú, pero tampoco creo que va mucho…

La carátula me parece muy buena, ¿Creo que Armando Williams dirigió la gráfica?

Claro, Armando Williams vivió en Nueva York

Las fotos son increíbles, ¿son en Nueva York?

Sí, en el Central Park.

Corina después que grabas “Yambambo” haces otro disco como Corina Bartra & Seagulls, cuéntanos que hay en ese disco, tu imagen de la carátula es la de otra Corina.

En ese disco que es un EP hay 3 temas míos. Uno se llama “My Life Is A Little Better” que es algo disco pop, después hay un tema más folk rock, se llama “Run”, y un tema “Take a chance”, que es más heavy metal. Una maquilladora me puso una peluca para la foto. En esa época di unos conciertos con los Seagulls mexicanos, en el CBGBs donde había tocado Blondie. El dueño era muy gracioso, siempre estaba en la puerta. Era totalmente underground, pero paraba lleno.

¿Qué tal tu experiencia allí?

El público era muy bonito, estaba abierto a muchas cosas. Allí hice cosas de heavy metal, mi madre casi muere, estaba en la audiencia y no me reconoció, había un tipo con cadenas que vino y le ofreció un pito. Mi madre se puso a llorar, no me quería dejar en Nueva York, se asustó mucho.

Tú has pasado de exploración en exploración, aquí ya pasas por géneros musicales más populares, ¿cómo pasas a ese tipo de música? ¿Veías una oportunidad de entrar a ese mercado o tenías vínculo con gente de ese ambiente?

En una fiesta conocí a un par de músicos de rock y hablamos de hacer algo. Yo era abierta a diferentes tipos de música y les dije que ya. Así compuse estos temas, compuse otros que no grabamos, que los grabé en realidad, pero no los publiqué, incluso hay dos temas con otra cantante, que yo la hice cantar, temas de esa época, porque también uno de los integrantes, un guitarrista, tenía una amiga que a veces cantaba con nosotros.

Cuánto tiempo duro Corina Bartra & Seagulls

Duro un año y medio. Dimos conciertos en el CBGBs, otras veces en unas fiestas privadas. En esa época en Nueva York había muchas fiestas privadas, en un loft grande vivían unos roommates, les cobraban a las personas que entraban y ellos mismos vendían sus cervezas, eran fiestas muy bonitas, como happenings.

Para cerrar este periodo explícame qué era Corva Music, ¿Era un sello discográfico que hiciste? ¿Era fácil para ti hacer todo ese trabajo de producir, distribuir?, ¿Cómo era ese proceso en Nueva York en esos años?

Sí, Corva Music era algo mío. Yo tenía un distribuidor Russ Musto, que vendía y distribuía. En esos tiempos era más fácil hacer dinero de la música, uno no necesitaba ni promocionar, la gente sabía bastante en Nueva York. En esa época Nueva York era una gran ciudad pueblo, la gente, como no había internet, salía y escuchaba, era un público más abierto que el actual, la gente estaba abierta a todo. Yo era ecléctica, en algunas ocasiones algunas disqueras querían hacer algo conmigo, pero querían encasillarme, incluso en el jazz querían solo que haga latino blues o guajira song.

Después de “Yambambo” y ese EP, tengo la impresión que tu trabajo tuvo una dirección más hacia el jazz y la fusión, además de estas grabaciones de cánticos, mantras, veo esta grabación “Travel Log” (1991), que es tu primer álbum netamente de fusión, ya te dedicas más a ese tipo de música.

Sí, ya decido dedicarme a eso, siempre mantenía la música experimental en simultaneo, hacía cosas. En ese disco “Travel Log” tocó un saxofonista muy importante de jazz llamado Thom Chapin.

(Recomendamos escuchar una notable composición experimental de Corina Bartra, llamada “Rythm of Life: set the stage for a rythmic journey” de su disco “Travel Log” en este enlace)

¿Y de dónde es ese sello Blue Spiral con el que salen tus discos?

Es un sello para mis proyectos, allí he hecho un proyecto de Afroperuvian Jazz

¿Entonces todos tus discos los haces de forma independiente?

Sí, siempre quise trabajar con libertad

¿Nunca tuviste un acercamiento con otros sellos?

Sí, “Travel Log” salió con un sello italiano, A.V. Arts. Yo tuve un manager que le vendió la licencia a un sello italiano, pero luego el sello dejó de estar en actividad, pero pude recuperar el disco.

Hablemos de las canciones que integran tu álbum “Afroperuvian Jazz Celebration”, porque además llega un momento que a mediados de los 90s con la aparición del álbum compilatorio de música afroperuana de David Byrne y con la internacionalización de Susana Baca, el sonido del jazz afroperuano podía generar un interés. ¿Cómo viste ese momento? ¿Sentías que se abrían oportunidades o tu ya tenías un circuito?

A ver sí, “Afroperuvian Jazz Celentrarion” fue una recopilación de canciones afroperuanas que grabé en los álbumes “Son Zumbon” (1998) y “Bambu Sun” (2006). Conozco a Susana de la época que tocábamos con Manongo, él me la presentó entonces. Ella también asistió a un concierto que hice en el ICPNA cuando traje a un saxofonista, lo que hace ella es mágico. Pero yo ya tenía mi circuito, lo que hago yo es más jazz, ella es más música del mundo. Yo la he visto aquí en el Instituto Cervantes en un festival de cine y en el New School en Manhattan.

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Tú te has adentrado en un circuito especializado de jazz en Nueva York, ¿sientes que hay una recepción para lo afroperuano?

Sí claro, la gente que va escucharme es gente que está abierta a los sonidos del mundo, peruanos, afroperuanos, caribeños, a toda la diáspora africana del continente latinoamericano.

Ahora que hablamos de Susana Baca, me puse a pensar en otra artista que vive en Estados Unidos, que es Luciana Proaño. ¿Cómo es tu relación con ella? Ella fue tu conexión para la grabación que hiciste con Miguel Flores en esa composición “Pachacuti” de 1983. ¿Cómo fue tu vínculo con ella?

Luciana me llamo para esta grabación con Miguel Flores, ella lo usó para un baile, fue una experiencia muy increíble. También hicimos algo aquí en un club, por la zona del Bowery, con ella, y un percusionista Fred Berrihil, con quien yo grabé “Travel Log”. Ella bailaba en el suelo, yo estaba en una esquina, y el percusionista en la otra, había momentos que nos acercábamos y nos alejábamos. Eso fue a principios de los 90s, ella había llegado a Estados Unidos hacía muy poco. Y vino con esta propuesta. La gente iba a ese club a bailar, pero se arregló que habría este evento especial, la gente estaba de pie, era un espacio vacío. A veces ella se desplazaba hacia las columnas, y la acompañábamos con estos sonidos de carácter improvisatorio.

¿Hay video de eso?

No, debió grabarlo Luciana, todo fue muy interesante, pero los americanos sí filmaban lo que estábamos haciendo.

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Hemos hablado un poco de estos discos de chantings que has grabado. Funcionan en otro tipo de espacio, por lo que entiendo este tipo de música responde a una necesidad tuya, personal, lo practicas desde siempre. Pero ¿cómo se ha ido cultivando?, ¿cómo se desarrolla?, ¿tienes un interés en hacer conciertos? O es algo que realizas por ciertos periodos, y luego te dedicas a tu proyecto de jazz. ¿Cómo lo organizas?

Bueno esta música acá en Nueva York la he presentado en centros de yoga, como el Integral Yoga, el Atmananda Yoga, más en ese contexto, como concierto lo he hecho con más músicos con guitarra eléctrica, incluyendo la tabla, pero la meditación lo he presentado en centros de yoga. Ellos los viernes organizan sesiones de chantings, pero eso ya no se da mucho, eso de los chantings se ha perdido bastante. Últimamente no he estado yendo mucho. Ahora estoy más en el Proyecto Prisma, esos sonidos están allí con otras cosas más electrónicas. No sé si viste el show que hicimos online.

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Claro si lo vi donde toca Chino Hamann

Claro, él tocó allí

Me sorprendió tu versatilidad, que pudieras entrar en ese código musical más de beats electrónicos, pero imaginaba que podrías hacerlo.

Eso ofende a algunos puristas de jazz, algunos son abiertos, pero varios no te quieren ver en otro tipo de contexto, quieren ver la Afroperuvian Orchestra, pero Prisma Project ya es otros mundos, que no tienen nada que ver con el jazz, ¿para ti tiene que ver con el jazz?

Es más música electrónica con elementos étnicos, tiene otra dirección, pero en un camino interesante. Hay una veta nueva por explorar. ¿Y cómo has pensado este proyecto, porque este disco es del 2020, “Vibran Heart Beats”, me refiero ¿Cómo continuarlo con el tema de la pandemia?

Este proyecto requiere de escenarios mágicos, no se presta para cualquier escenario. Es como para huacas o teatros mágicos, lo veo así, no lo veo como para clubs tampoco, no sé si para librerías que hacen conciertos, pero es una propuesta que tiene elementos mágicos, místicos y también algo bailables. Pero no para una fiesta. Pero sí para hacer vaivenes. Son sonidos que relajan, es para soltar el cuerpo.