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Posibilidades de la música electrónica – Enrique Pinilla (25 ene 1962 – expreso)

Enrique Pinilla, creando móviles, 1959. Fuente: Fanpage Facebook de Enrique Pinilla

Publicado originalmente el 25 de enero de 1962 en diario Expreso

Por Enrique Pinilla

Cuando veamos anunciado un concierto de música electrónica no vayamos a pensar que vamos a asistir a un concierto con músicos, instrumentos, atriles, director, etc. Llamará más bien nuestra atención, no ver a nadie en el escenario sino una sencilla máquina; una cinta magnetofónica.

Sólo saldrá una persona, que puede perfectamente no ser un músico; se sentará frente al magnetofón y bastará que apoye su dedo en un botón para que se produzca el concierto. Aquí no existirá la menor posibilidad de equivocación en la partitura. Podrá, eso sí, cortarse la corriente eléctrica o al disminuir el voltaje normal de la ciudad, donde se realiza el concierto, se escuchará un cuarto de tono o un semitono oscilante más bajo que lo previsto.

¿Es una ventaja que la música electrónica prescinda de los intérpretes? En todo caso, podríamos responder que es más económico no tener que pagarles a los ejecutantes, aunque el verdadero problema me si el público podrá soportar conciertos de esta índole.

Hasta hoy, han sido muy pocos los experimentos en este sentido. Por, lo general, se ha mezclado la música electrónica con el empleo de instrumentos normales, tal como se puede ver en las partituras del francés Pousseur.

Los conciertos de música electrónica pura, sólo se han realizado en Festivales de Música Contemporánea o en pequeños locales para música de cámara.

Las posibilidades de la música electrónica hay que buscarlas, sobre todo, en espectáculos de ópera, de ballet y de teatro. El sonido en relieve, estereofónico, conseguido con el empleo de altavoces colocados en distintos sitios del teatro, con el carácter tan especial de la música electrónica, produce efectos de extraordinario poder sugestivo y dramático.

Recordemos que la música electrónica no está hecha con las habituales notas de los instrumentos conocidos, sino con máquinas eléctricas especiales, que producen distintos tipos de sonido según las diferentes ondas empleadas. Estos sonidos son mezclados con infinita paciencia en una cinta magnetofónica y tienen un carácter sobrenatural, misterioso y mágico, diferente a todo lo conocido, Y es precisamente por carácter esotérico de la música electrónica que se presta admirablemente a formar parte de óperas y ballets, sirviendo incluso como fondo para obras teatrales y cinematográficas.

El ámbito estereofónico contribuye a realzar el espíritu de esta música, llenando todo el espacio de visiones atómicas, desconcertantes y terribles al mismo tiempo.

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El Jazz: ritmo auténtico de hoy

Por Enrique Pinilla

Publicado originalmente en diario Expreso, el  29 abril de 1962

Mientras un peluquero de Milán gana un Concurso internacional de Música en Darmstadt con una composición que consiste en hacer resbalar una botella vacía de coca-cola dentro de las cuerdas de un Piano de concierto; mientras que Sylvano Bussotti compone cuadros dentro de los pentagramas musicales para que los toque y los “interprete” (incluso con recitado) su amigo pianista David Tudor; mientras que John Cage juega con sus frejolitos ante el regocijado auditorio en Nueva York, como si ejecutara una composición musical; mientras que Nam June Paik emplea huevos podridos y hachas destructoras en sus “inspiradas” obras; mientras la “lotería” es actualmente la posibilidad más cotizada para elegirlos distintos fragmentos que tienen que tocar los músicos de una orquesta; mientras los decafonistas y los puntillistas más avanzados tratan de componer sus obras cada vez con mayor complejidad, y sin pensar en lo más mínimo en la posibilidad de ser o no ser entendidos por el público, ¿es que no podemos encontrar sinceridad en ninguna parte? ¿Es que no hay algo, por lo menos, que nos transmita la auténtica manifestación de la vida? ¿Es que no hay nada sencillo y sin truco en la música contemporánea?

No es que queramos ser pesimistas, pero la respuesta es bastante difícil. Si queremos hallar esa “sinceridad”, tendríamos que buscar mucho entre todos los ambientes y estilos.

Hay un camino fácil de encontrar que nos lleva hacia ella: el verdadero jazz de Louis Armstrong, Duke Ellington, Fats Waller, Lester Young, Charlie Parker, Clifford Brown, John Lewis, Dave Brubeck y Gerry Mulligan. En Lima hemos tenido ocasión de escuchar al Sexteto de Paul Winter, que ha actuado en el Teatro Segura, en el Instituto Cultural Peruano-norteamericano, en el Astoria Jazz Club y en la radio El Sol. No se trata de un conjunto extraordinario, pero sí debemos reconocer que son excelentes intérpretes, sobre todo el batería Harold Jones, el contrabajo y arreglista Richard Evans y el saxo barítono Les Rout.

En esos espectáculos, el público limeño ha vivido momentos de gran musicalidad, en algunos de los números del Sexteto de Paul Winter. Por ese carácter variable de las improvisaciones, no todos los días han tocado con el mismo “swing”, pero cuando lo han conseguido, hemos podido sentir la “sinceridad” del arte actual, aun en la fugacidad de su carácter aleatorio.